Juicio al Mutante

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Juicio al mutante, 1983. En los Mutantes alienados de 1974, Raquel expuso, por primera vez, una de las paradojas encerradas en las metamorfosis de los terrícolas hacia los astroseres. Pues ignoramos si acaso los mutantes sumergidos en la sombra son los humanos del futuro que se embeberán de colores o bien se insinúan ya como las criaturas no queridas del proceso de nueva sublimación de la humanidad. En este último cuadro elegido, ¿quién es el mutante y cuál es su status antropológico? ¿Es el hombre múltiple que parece desangrarse y regresar a la tristeza? ¿O bien es el minotauro amable y colorido que entraña la apología de una animalidad re-encontrada? ¿Por qué no barajar la hipótesis de que Forner hubo de leer las Crónicas marcianas de Ray Bradbury en el marco de su largo compromiso con los seres de la hazaña espacial? Si así fuera, podríamos pensar que la imagen de Raquel forma un emblema con la cita de Bradury que sigue: “Los Marcianos descubrieron el secreto de la vida en el mundo animal. El animal no se interroga sobre la vida. Vive. Su única razón de vida es la vida; goza de ella y la saborea. […] En Marte, el hombre se había hecho demasiado humano y no suficientemente animal. Y los Marcianos comprendieron que, para sobrevivir, debían renunciar para siempre a plantearse esta pregunta: ¿Por qué vivir? La vida les proporcionaba su propia respuesta. La vida consistía en engendrar más vida y en vivir la mejor vida posible.” Las existencias común y artística de Raquel Forner consistieron, precisamente, en el desarrollo de ese principio. José Emilio Burucúa

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11 enero, 2017