La casa taller Forner Bigatti
En el año 1937, ante la favorable situación profesional que atravesaban, Raquel Forner y Alfredo Bigatti compraron un pequeño terreno en el barrio de San Telmo, con el propósito de construir un edificio que combinara la vivienda de ambos con un taller de trabajo diferenciado para cada uno.
En las dos plantas que conforman el edificio proyectado por el arquitecto Alejo Martínez, la superficie destinada al trabajo artístico es muy superior a la dedicada a las actividades domésticas; esto sin considerar el área de servicios, indispensable para cualquier destino. Cada uno de los talleres –el de Bigatti, en la planta baja, y el de Forner, en la planta alta– está jerarquizado, tanto por su ubicación como por su superficie.
La pared exterior de los talleres es la misma fachada del edificio que, orientada al sur, captura la luz más propicia para las actividades plásticas. Al estar dispuestos uno sobre el otro, fue posible practicar un hueco en la losa sobre planta baja para vincularlos. Se generó así, una doble altura en el taller de escultura, que puede identificarse en la fachada por la carpintería vidriada que recorre la totalidad de su desarrollo y que permite el ingreso independiente al taller desde la calle. Esta doble altura ha sido anulada con la creación de un depósito de pinturas, con posterioridad a la muerte del escultor.
En este proyecto se pueden observar otros de los postulados teóricos implementados en las obras racionalistas del período:
- La compacidad de las plantas y la ausencia de áreas sin función específica
- La expresión que surge de la planta indicando que todo ha sido estudiado para permitir el mejor desenvolvimiento de las funciones mecánicas
- La asimetría de las plantas y fachadas
- La ausencia de elementos ornamentales y de mochetas que resulta en la pureza de los encuentros y la valorización de los planos como elementos expresivos
- La continuidad espacial, y la composición cubista y la abstracción de todo el conjunto
Si bien obtener una planta compacta es uno de los objetivos de la arquitectura de ese momento, en este caso también es el resultado de la voluntad de resolver un programa que suma dos talleres a una casa, en un terreno de pequeñas dimensiones. No obstante, la calidad espacial que el edificio presenta es de una gran riqueza, como puede verse en las secuencias de continuidad visual que enlazan ámbitos de características diversas, en cuanto al destino y al grado de privacidad.
Estas secuencias espaciales comprometen a la totalidad de los locales, quedando excluido uno solo de ellos: el dormitorio, que ocupa el centro del terreno, constituyéndose en el único sitio de absoluta privacidad de la casa.
La terraza también recibe un tratamiento especial. Si bien hoy no se conserva en el estado original, sabemos que antes de que se modificara, constaba de dos sectores diferenciados por su tratamiento y nivel: uno, accesible y con una capa de tierra negra para sembrar gramilla y otro, inaccesible, más alto que el resto y sobre los talleres, que estaba materializado con ladrillos de vidrio que permitían el paso de la luz.
Con esto, Martínez cumplió con uno de los cinco puntos formulados por Le Corbusier en 1927: la terraza-jardín con la que, además de recuperar el suelo ocupado por la implantación de la vivienda, se mejora la aislación térmica del edificio y se facilita la evacuación de las aguas de lluvia. Las torres de la iglesia de San Pedro Telmo enriquecen –aún hoy- la vista desde este jardín en altura.
Arquitectos: Ángel Navarro y Carlos Giménez
Galería de fotos de la casa
El arquitecto Alejo Martínez
Nació en Montevideo (Uruguay) el 19 de octubre de 1897. En 1916 ingresó a la Escuela de Arquitectura de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, donde fue compañero de Alberto Prebisch y Ernesto Vautier.
Se graduó en 1921 y los dos años siguientes los dedicó a completar su formación profesional, realizando un viaje por las ciudades más importantes de Europa. Allí tomó contacto con la obra de los arquitectos modernos que comenzaban a destacarse por la radicalidad de sus propuestas.
De regreso a la Argentina se radicó por ocho años en la ciudad de Concordia (Entre Ríos) donde construyó la que se considera, la primera obra de arquitectura moderna en nuestro país. En la casa que proyectó para el doctor Péndola Díaz (Concordia, 1925) aparece por primera vez en la Argentina no sólo la intención de eliminar todo ornamento de un edificio, sino también el propósito de construir una expresión novedosa a partir de la utilización exclusiva de la pureza y la abstracción geométrica de las líneas, los planos y volúmenes.
En esa ciudad y a partir de 1933 en Buenos Aires y sus alrededores, Martínez construyó un conjunto de obras en las que se impone una expresión ligada a los principios modernos de la arquitectura, fundamentalmente expresados por Le Corbusier. Sus proyectos se cuentan entre los que mejor evidencian la notable calidad que la producción de arquitectura moderna alcanzó en nuestro país.
La casa taller Forner Bigatti no sólo es uno de sus más logrados edificios, sino que también, es uno de los mejores ejemplos de viviendas modernas construidas en la Argentina y que aún es posible visitar y recorrer.
Se desconoce la fecha exacta de su muerte pero ésta aconteció en Buenos Aires, en los primeros años de la década de 1980.
El diseño y construcción estuvo a cargo de “nuestro amigo el arquitecto Alejo Martínez (hijo) que, con inteligencia e imaginación, interpretó nuestros deseos”.